Este sueño ya lo había puesto en otros lugares, pero me pareció que valía la pena repetirlo aquí porque es el sueño más extraño, épico y emo...

LA CIUDAD DE LOS GIGANTES

Este sueño ya lo había puesto en otros lugares, pero me pareció que valía la pena repetirlo aquí porque es el sueño más extraño, épico y emocionante que he tenido en los últimos años. Y de paso, también puedo añadirle el dibujito correspondiente :-D

Al principio estaba de vuelta en secundaria, y en una clase de matemáticas, nada menos. ¡AAAAAAAAAAAAAARRRRGGGGHHHH! Odio soñar eso, pero por desgracia es uno de mis molestos sueños recurrentes, junto con lo de esperar un autobús que nunca llega o lo de matar con mis manos a algún animal que de pronto se ha vuelto un engendro del demonio (no me pregunten qué significa esto último; es probable que refleje alguna faceta macabra y retorcida de mí misma, y por lo tanto prefiero permanecer en una feliz ignorancia). Por suerte, esa parte acabó enseguida. Menos mal.

En la segunda parte de mi sueño estaba viajando con mi gato. Al principio íbamos en un avión, pero luego éste se convirtió en un autobús (es muy común en mis sueños que las cosas cambien de forma). Mi gato estaba asustado y yo no tenía ningún tranquilizante para darle, así que saltó de mi regazo y escapó del autobús. Tuve que bajar y perseguirlo por toda la ciudad. No sé por qué, pero en mis sueños nunca se me ocurre meter al bicho en una jaula. Quizás deba dejarme una nota bajo la almohada para recordarlo.

En fin, en algún momento me olvidé de mi gato (en el sueño, claro, pues no lo olvidaría en la vida real), y caminando llegué a un espacio abierto donde había unas construcciones bastante grandes. Hacia mi derecha, aislado de todo lo demás, había un árbol muy grande y hermoso. Me gustó que no hubiera nada a su alrededor, porque así podía apreciarse en todo su esplendor (tengo una especie de fetichismo artístico por los árboles).

Me dirigí a una de las construcciones, que era de color naranja cremoso. No tenía muchos detalles en su arquitectura, pero a pesar de que las paredes eran lisas, el diseño incluía líneas curvas y diagonales, así que resultaba muy agradable a la vista.

El edificio era un museo. Las habitaciones eran pequeñas y algo oscuras, y estaban llenas de objetos como si una o varias familias hubieran vivido ahí. Pero no me enteré de nada, porque no había ningún guía cerca para responder estas interrogantes. (A menudo visito casas antiguas en sueños, y la mitad de las veces están ocupadas por los fantasmas de sus dueños. Esto puede resultarme escalofriante o entretenido, dependiendo de la situación.)

Seguí a varios turistas, primero por un pasillo con balcones y luego por un puente hecho de troncos. A mi derecha había tres torres de troncos y piedras. Eran enormes y causaban impresión (no recuerdo si lo he mencionado antes, pero soy una arquitecta onírica espectacular; lástima que no pueda trasladar eso a la vida real). Una de ellas era negra, las otras dos eran grises.

Llegamos a una ciudad con edificios de estilo griego (ya saben, puro mármol y columnas). Pero los edificios también eran enormes, y los escalones no estaban hechos para pies humanos pues medían más de un metro de alto, y más que subirlos había que escalarlos. Supe entonces que en esa ciudad habían vivido gigantes o titanes, y de algún modo también supe que era una ciudad prohibida y que nos iban a castigar por haberla invadido.

Oh, oh.

No recuerdo cómo empezó el ataque. En algún momento apareció una manada de tiranosaurios, todos ellos de diferentes colores oscuros (rojo, azul, amarillo... eran bonitos, aunque aterradores). También nos atacaron unas sanguijuelas gigantes (¡qué asco!) y unos guardias con arcos y flechas. De repente yo también tenía un arco y flechas, pero ninguna de mis flechas dio en el blanco, y luego mi arco se rompió. (Cuando tuve este sueño estaba muy enganchada a una serie británica sobre Robin Hood, de ahí el arco y las flechas. Por cierto, mi puntería onírica ha mejorado mucho desde entonces por todas las veces que he practicado en sueños; si alguna vez se me apareciera Freddy Krueger, ya podría darle entre los ojos como si fuera Katniss. ¡Yay!) Usé algunas flechas rotas para pinchar a una sanguijuela, como si fueran palillos de dientes clavados en un gusano (de nuevo, ¡qué asco!).


Decidí esconderme en el único edificio que tenía las puertas abiertas. Por desgracia, el edificio tenía las puertas abiertas porque era una especie de trampa: en su interior había un pozo que daba al mismísimo infierno, y unos demonios con tétricos maquillajes de payaso estaban empujando a la gente al interior de dicho pozo. Escapé de ahí lo más rápido que pude. Unos portones de metal se cerraron frente a mí pero logré escurrirme entre los barrotes, agradeciendo no estar gorda :-)

En algún momento la batalla terminó. Una luna falsa se movió en el cielo y luego la ciudad giró sobre sí misma y pudimos seguir adelante. Los edificios seguían siendo griegos, pero ahora tenían anuncios y luces de neón, y había tiendas donde uno podía comprar recuerdos. Eso sí: todos los objetos a la venta eran carísimos, así que no compré nada. (Estúpido consumismo actual, que se cuela hasta en mis sueños.)

De pronto una de las calles empedradas se cubrió de hielo y yo tenía patines, así que aproveché para patinar (otro sueño recurrente, lo de patinar sobre hielo o con ruedas). Había una muchacha junto a mí que supuestamente era mi amiga, pero ella no sabía frenar con los patines y chocó varias veces contra una pared al final de la calle. Menos mal que tenía la cabeza dura :-D

Luego el hielo desapareció y ya no pude seguir patinando. Para ese entonces el sueño ya estaba terminando, y de repente todo era una historia que alguien me estaba contando. Mi interlocutor y yo éramos dos duendes dentro de una farola (¿?) y la historia tenía una moraleja, pero nunca supe cuál era. Entonces desperté.

No sé si este sueño significará algo... ¡pero les juro que me dejó agotada!

G. E.

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